El otro día en clase me tocó hablar de inteligencia emocional. Les estaba contando que para desarrollar empatía y ser capaces de entender a los demás, primero tenemos que conocernos a nosotros mismos; y que cuando trabajamos, esto es especialmente importante. Con la ingenuidad propia de la edad, me contestaron que eso no era necesario. Lo que había que hacer cuando trabajamos era ser profesional y hacer las cosas para las que te pagan.
Confieso que después de 25 años trabajando no tengo ni idea de lo que es ser profesional. Es más, no sé que significa “profesional”. Y también que no siempre ha sido así. Estoy convencida de que, si me lo llegan a preguntar a su edad, habría contestado lo mismo que ellos. Menos mal que el tiempo nos plantea preguntas para las que no tenemos respuesta, y que acaban con algunas de nuestras certidumbres.
La verdad y el sesgo
Seguí con la conversación en clase preguntando qué es ser profesional. Después de varias respuestas distintas, idas y venidas, vimos claro que no parecía que fuéramos a llegar a un único significado. Para algunos de ellos, ser profesional es cumplir con tus objetivos, para otros hacer lo que sea mejor para el equipo; uno de ellos incluso habló de amor (esta me encantó). No hace falta que diga que todos tenían razón y que defendieron apasionadamente sus posturas.
El problema de definir un término como este es que todos tenemos nuestra verdad. La que hemos construido según nos hayan educado, lo que hayamos vivido, e incluso nuestras expectativas. Todo esto modela la forma en la que vemos el mundo. ¡Cómo vamos a estar equivocados!
Esas verdades que vemos tan claras suelen venir acompañadas de nuestros sesgos. Y como nos encanta tener razón, buscamos la manera de confirmar eso que creemos que es cierto. A esto se le llama sesgo de confirmación: buscamos y nos quedamos con la información que apoya lo que pensamos, y desechamos la que lo contradice.
El resultado de este proceso es que podemos juzgar mal la realidad que nos rodea porque nos ancla en un sitio desde donde es difícil que podamos considerar las cosas de otra forma.
Nuevas ideas
En mi opinión, entender a otros y desarrollar empatía es, entre otras cosas, un acto egoísta. Porque cuanto más nos esforcemos por entender a los demás, más podemos aprender y más grande se hará nuestro mundo.
Sin embargo, esto es imposible, salvo que estemos dispuestos a abrirnos a explorar nuevas ideas, entendiendo que puede ser que no lo sepamos todo y no tengamos razón siempre.
No estoy diciendo que tengamos que cambiar de opinión porque otros piensen distinto a nosotros. Lo que digo es que merece la pena examinar si sus ideas pueden mejorar las nuestras.
Este día, la clase terminó con un momento EUREKA.
Uno de mis estudiantes no podía creerse que yo no supiera lo que significa ser profesional. Y cuando insistí en que no lo sabía, se desesperó.
En ese momento, paré la conversación y le pregunté qué pasaría si esto fuera una discusión sobre un trabajo que tuviéramos que hacer juntos y en vez de hacer por entendernos, nos enrocáramos cada uno en su postura. ¿A dónde nos llevaría?
La verdad es que sigo sin saber lo que es ser profesional. Lo que sí se es que, sin empatía y habilidades sociales, trabajar se convierte en algo mucho más complicado.
Foto de Johan Mouchet en Unsplash