Hace algunas semanas, hablé de la autonomía, condición sine qua non para motivar a la gente con la que trabajamos. Esta vez voy a hablar de la proactividad, y de cómo las organizaciones necesitan empleados proactivos que se adelanten a lo que se necesita. Ser proactivo es esencial en el mundo de hoy, donde las organizaciones son cada vez más planas, y, por tanto, se dan menos órdenes.
Proactividad significa anticiparse a futuros problemas, necesidades o cambios, sin esperar a que pasen cosas que definan lo que hacemos. En palabras de Stephen Covey, “tu comportamiento como función de tus decisiones, y no de tus condiciones”.
Pensamiento proactivo
Ser proactivo significa, básicamente, ser responsable de lo que te pasa, así que lo primero si quieres desarrollar un pensamiento proactivo es creerte que hay cosas que dependen de ti.
Cuando empezamos a dejar de echarle la culpa de lo que pasa a factores externos y nos centramos en lo que está en nuestra mano cambiar para llegar a donde queremos, empezamos a pensar proactivamente. Y es entonces cuando podemos ponernos objetivos y hacer las cosas de otra forma.
Este pensamiento se puede entrenar, pero requiere algo de esfuerzo. El primer paso es saber qué es importante para nosotros, dónde debemos poner el foco. Ser proactivo significa concentrar nuestro esfuerzo para conseguir lo que queremos de manera realista. Si nos ponemos objetivos que no sean realistas, solo conseguiremos frustrarnos y dejaremos de hacer cosas, que es exactamente lo que define a una persona proactiva.
Serlo también implica disminuir el tiempo que procrastinamos. Así que no importa si lo que hacemos es grande o pequeño; el cambio está en hacer y avanzar.
La proactividad solo existe en nuestra zona de control
Es obvio, pero no se puede ser proactivo en cosas que no puedes controlar. Por lo tanto, serlo implica identificar qué cosas sí están bajo tu control para tomar decisiones.
Hablando de control, podemos diferenciar tres zonas: la del control directo, la de la influencia y la del no-control.
El control directo implica tus hábitos y comportamientos. Todo sobre lo que puedes tomar decisiones. La influencia es el efecto de lo que haces en otros. No les puedes controlar, pero puedes influenciar el resultado. Finalmente, el no-control incluye todo aquello sobre lo que no tienes ninguna influencia, por ejemplo, el tiempo que hace.
Así que, solo puedes ser proactivo dentro de tu zona de control. Ahí es dónde puedes buscar alternativas y tomar decisiones.
Buscar alternativas
Evaluar las alternativas y tomar una decisión sobre lo que podemos hacer es el eje central de ser proactivo.
La proactividad no nos provee automáticamente de soluciones para todo lo que pasa, pero sí que nos permite una búsqueda más amplia de soluciones, si tenemos una predisposición suficientemente abierta. Y en esta apertura, también cuenta el lenguaje que usamos: Yo elijo, yo prefiero, yo haré.
Son solo ejemplos. Pero este tipo de lenguaje pone el foco en lo que sí es posible para nosotros ahora; y esto nos puede ayudar a cambiar la perspectiva.
Controlar algo, aunque sea algo pequeño, activa el modo de recompensa en nuestro cerebro y nos motiva a avanzar hacia un pensamiento más proactivo.