Fear / Miedo

Miedo

Como estamos cerca de Halloween, es un buen momento para hablar del miedo y de cómo afecta a nuestro comportamiento.

Porque el miedo limita nuestras respuestas y modela nuestra aversión al riesgo.

La gestión del miedo es, y siempre ha sido, una cuestión de supervivencia. Hace 30.000 años, los humanos estaban rodeados de muchos peligros. Los que menos aversión al riesgo tenían sobrevivían menos. Eran los cobardes los que sobrevivían y transmitían sus genes. Esos que han llegado hasta ahora.

Así que, básicamente, estamos diseñados para evitar riesgos que, en última instancia, podrían ponernos en peligro, ya sea real o percibido.

El secuestro de la amígdala

Lo que le pasa a nuestro cerebro con el miedo merece un poco de atención. Cuando tenemos miedo, nuestra pequeña amiga, la amígdala, toma el control.

La amígdala forma parte del sistema límbico, situado cerca de la base del cerebro, y está implicada en las emociones, la memoria y la respuesta al miedo (seguro que te suena eso de fight or flight).

Cuando la amígdala interpreta un estímulo externo como potencialmente peligroso, activa un proceso diseñado para protegernos de las amenazas externas (la respuesta fight or flight).

Aunque la amígdala funciona automáticamente, el lóbulo frontal permite a las personas procesar sus emociones. La amígdala puede activar la respuesta al miedo, pero el lóbulo frontal procesa la información para determinar si la amenaza es real o no y cuál debe ser la respuesta lógica. A veces, sin embargo, la amígdala reacciona de forma exagerada, dando lugar a lo que se denomina secuestro amigdalino, que impide que el lóbulo frontal tome el control y provoca una incapacidad para responder racionalmente a un problema.

Amenaza real o percibida

Cuando se trata de miedo, lo que percibimos no siempre coincide con la realidad y, sin embargo, nuestra amígdala sigue tomando el control. Las amenazas percibidas se basan en la interpretación individual de una situación, incluso cuando carecemos de pruebas concretas. Por lo tanto, nuestros pensamientos, creencias y prejuicios pueden impedirnos ver las cosas con claridad, lo que tiene un impacto significativo en nuestro bienestar emocional.

Reconocer las amenazas percibidas como tales puede ayudar a gestionar el estrés, especialmente en los procesos de toma de decisiones. Solo podremos evaluar convenientemente el riesgo de una situación si somos capaces de distinguir entre las amenazas percibidas y las reales. Necesitamos tener en cuenta el contexto y evaluar la credibilidad de la amenaza para tomar mejores decisiones sobre si responder y cómo hacerlo. Así, evitaremos reacciones exageradas y podremos regular nuestra respuesta emocional.

¿Cuáles son las implicaciones para el liderazgo?

Dado que el secuestro de la amígdala afecta a la toma de decisiones, cuando los líderes reaccionan impulsivamente a las amenazas percibidas, la calidad de sus decisiones será menor. Además, un secuestro persistente de la amígdala puede minar la confianza de su equipo, ya que cuando percibimos a alguien emocionalmente inestable, nos cuesta más confiar.

¿Qué se puede hacer?

La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer, comprender y gestionar eficazmente las emociones. Por lo tanto, desarrollar habilidades de inteligencia emocional es importante para un líder. Cuando se enfrenta a una amenaza potencial, alguien con una buena regulación emocional puede evitar una respuesta exagerada, reduciendo la probabilidad de secuestro de la amígdala.

En resumen, las habilidades emocionales sirven de amortiguador contra el secuestro de la amígdala, facilitando el proceso de toma de decisiones.

Ahora es el momento de disfrutar del miedo de Halloween … 🎃

Foto de Daniel Lincoln en Unsplash