Cómo la gente se gestiona emocionalmente es muy importante, en general, y especialmente, trabajando. Quizás más importante que algunas habilidades y talentos específicos. Las emociones que no manejamos, sean buenas o malas, pueden secuestrar nuestra capacidad racional y hacer que tomemos malas decisiones. Por eso es importante que todos, y sobre todo los líderes, le dediquemos un tiempo a desarrollar una buena gestión emocional.
Auto-conocimiento
Una buena gestión emocional empieza con un buen conocimiento de uno mismo. La primera condición para gestionar algo es ser capaz de descodificarlo. Y por descodificar me refiero a identificar, ponerle nombre y entender.
Hay una pregunta que le suelo hacer a mis clientes. ¿Cómo estás? La respuesta habitual es bien, casi da igual el estado. Y bien no contiene ninguna información. ¡No es una respuesta!
La gente tiende a responder automáticamente a esa pregunta, casi sin pensar. Lo que importa es que probablemente respondan igual cuando se la hagan mirándose a un espejo.
La mejor manera de evaluar nuestro estado es convertirnos en un observador de nuestra propia experiencia emocional: observar sin juicio. Esto es importante porque cuando nos ponemos emocionales no podemos juzgar objetivamente. Si primero miramos, sin la presión de tener que hacer, podemos pararnos a analizar qué estamos sintiendo. Además, podemos aprovechar este tiempo para recuperar el equilibrio, o al menos para no tomar una decisión precipitada.
Trabajar en identificar las emociones vale la pena. Cuanto más precisa sea esa identificación, mejor podremos entender lo que nos pasa. ¿Por qué estoy sintiendo esto?
Porque manejar las emociones requiere que identifiquemos bien la causa raíz para saber si podemos hacer algo al respecto. Si podemos resolverlo, bien. Avanzaremos. Si no, hay varias estrategias para sobrellevarlas mejor.
Buscar el equilibrio
Como decía antes, los secuestros emocionales afectan a la calidad de las decisiones. Esa estratégica de “para y observa” es el punto de partida para buscar el equilibrio emocional.
Lo primero después de descodificar la emoción es desapegarnos de ella. En el calor del momento, es muy difícil entender las emociones como algo separado de nosotros. Obviamente no podemos elegir lo que sentimos, pero podemos separarnos de ello y tomárnoslo con calma.
Algo que podemos hacer para desapegarnos de lo que pasa es cambiar nuestro foco, dispersar nuestra atención. Por ejemplo, podemos concentrarnos en nuestra respiración, prestar atención e intentar que tenga un ritmo determinado. Se sabe que hay una conexión entre una respiración rítmica y algunas áreas de nuestro cerebro que activan el sistema nervioso autónomo, que está conectado con la toma de consciencia sobre nuestro cuerpo. Así que, la respiración ayuda a que nos concentremos en nuestro cuerpo y le hagamos menos caso a nuestra cabeza.
Una vez que nos hemos despegado de nuestras emociones, podemos ir un paso más allá. En vez de juzgar lo que estamos sintiendo sin más, podemos ser más imparciales y considerarlo en el conjunto del contexto. Entender el todo nos permite encontrar otro tipo de soluciones, más creativas. Vemos más opciones y podemos tomar mejores decisiones.
Ser capaz de identificar y nombrar lo que nos pasa, entenderlo y desapegarnos no es fácil y aun así tienes que practicarlo si quieres ser un buen líder. No solo porque mejorará la calidad de tus decisiones, sino también porque entenderse mejor a uno mismo, hace que seas capaz de entender mejor a los que te rodean. Mejorará tu empatía.
En resumen, como dijo el Oráculo de Delfos, conócete a ti mismo. Es el principio para el desarrollo de una buena gestión emocional.