La creatividad nos permite evolucionar. Sin ella, la humanidad no podría resolver problemas ni desarrollar nuevas ideas.
Robert Fritz, en su libro “The Path of least resistance” (El camino de menor resistencia), dice que «gran parte de lo que se aprende al crecer es lo que no hay que hacer o lo que hay que evitar». Es decir, educamos para reaccionar ante lo que ocurre en lugar de perseguir lo que queremos. Como resultado, dejamos que las circunstancias controlen nuestras vidas, y desarrollar la creatividad se hace más complicado.
Hacernos las preguntas adecuadas
¿Cuántas veces nos han dicho que seamos realistas? Que consideremos lo que se puede hacer y lo que no, en función de factores externos. Cómo vemos la realidad está influido por nuestras experiencias, valores y suposiciones. En otras palabras, estamos sesgados y podemos estar equivocados cuando evaluamos esa realidad.
Hay otra forma de enfocar el cambio. Podemos eliminar la realidad de la ecuación, al menos al principio del proceso. Y hay una pregunta que lo cambia todo: ¿qué es lo que quiero realmente?
Cuando buscamos lo que queremos de verdad, abrimos la puerta a encontrar lo que separa lo que tenemos de lo que deseamos. Esa brecha provoca una tensión creativa que hace que surjan nuevas ideas.
La creatividad no es producto de nuestras circunstancias, sino de nuestros deseos. Y cuando nos sentimos limitados por el entorno, nos resulta más difícil acceder a nuestros recursos creativos.
Recursos creativos
Como dijo Pablo Picasso, el mayor enemigo de la creatividad es el sentido común.
En cierto sentido, debemos desprendernos de lo que creemos saber y ser curiosos si queremos ser creativos. Las nuevas ideas pueden surgir por casualidad en los lugares más insospechados o a partir de observaciones en otros campos.
Se dice que Henry Ford rediseñó su fábrica de coches y concibió la primera cadena de montaje después de ver cómo trabajaban unos carniceros de Chicago. Las piezas de carne se colgaban de ganchos que se movían sobre un monorraíl. Cada trabajador tenía su sitio y, cuando terminaba su tarea, empujaba la pieza hacia el siguiente puesto para que los operarios no tuvieran que moverse.
Henry Ford cambió el paradigma de la fabricación de automóviles aplicando algo que vio en otra industria. De hecho, no solo cambió la industria del automóvil. Creó un proceso de fabricación revolucionario que cambió muchos negocios.
Quería fabricar coches más baratos en menos tiempo, lo que era imposible en aquella época. La intención de salvar la distancia entre la realidad y el deseo, combinado con su curiosidad y apertura de miras, lo hizo posible.
La lección de esta historia es que todos tenemos suficientes recursos creativos para hacer que las cosas sucedan, pero primero tenemos que liberarnos de prejuicios y limitaciones. Cómo percibimos la realidad es una de ellas.
Foto de Juan Marin en Unsplash