Mientras veía The Last of Us, la última serie de HBO, empecé a pensar en los efectos del abuso de poder en la gestión de crisis prolongadas, y en las consecuencias para la gente.
Crisis significa incertidumbre, e incertidumbre significa miedo. Nadie sabe qué hacer, pero hay que hacer algo. Y entonces, alguien toma el control y empieza a tomar decisiones. En ese momento, el resto tiende a confiar en el líder, esperando que haya menos incertidumbre y menos miedo.
Si la situación se prolonga indefinidamente, vuelven los temores de la gente y la crisis sube de nivel.
Es en este punto cuando se empieza a escuchar que las decisiones tomadas en su día no están funcionando. El problema sigue ahí y el líder no parece saber qué hacer. Algunas personas empezarán a tomar sus propias decisiones, a veces en contra de las normas establecidas. Al aumentar el caos, la respuesta inmediata es, muchas veces, el abuso de poder.
Falta de confianza
No tenemos que ver la televisión para comprobar los efectos de la falta de confianza en la sociedad. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es precisamente eso.
Cuando la gente no confía en sus líderes, nuestro impulso de protección gana, aunque los comportamientos resultantes no sean los mejores, ni para nosotros, ni para el resto de la comunidad. No podemos olvidar que la primera consecuencia del miedo es la reducción de nuestra capacidad para resolver problemas.
Nuestro individualismo nos hace olvidar que, ante una crisis, la colaboración es una forma mucho más eficaz de encontrar soluciones que la competencia. Primero, porque una crisis es un problema complejo que requiere distintos enfoques; segundo, porque es algo que afecta al sistema y no a las partes individuales.
Por otra parte, los líderes también son humanos, y el miedo a perder el control los lleva a utilizar su poder para obligar a la gente a hacer lo que ellos creen que es correcto. El resultado es más resentimiento y menos cooperación.
En las empresas podemos ver estos mismos efectos cuando se avecina una crisis.
Responsabilidad
Resolver problemas complejos requiere colaboración. Comprender como se puede contribuir y cuál es nuestra responsabilidad individual es el primer paso, aunque no tengamos todas las respuestas. Este es el trabajo del líder.
Una crisis es siempre un proceso de cambio. Cuando la resolvamos, nada será igual. Además de las dificultades inherentes a la gestión de un proceso de cambio, los líderes tienen que manejar la falta de respuestas y el impacto que esto puede tener en su gente. Por eso es importante que todos se sientan partícipes del proceso desde el principio.
Esto ayudará a las personas a encontrar su lugar y les hará responsables de sus acciones. En lugar de decirles exactamente lo que tienen que hacer y esperar que sigan órdenes ciegamente, hacerles partícipes de la solución puede tener muchas ventajas. También requiere un mayor nivel de liderazgo.
Si diriges un equipo, intenta trabajar desde la responsabilidad y la contribución individual. Obtendrás mejores resultados, y, como efecto secundario, evitarás el abuso de poder.
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