Septiembre es el mes de la vuelta al colegio (al menos en el hemisferio norte). Tanto si eres un estudiante como si ya trabajas, es probable que hayas vuelto con alguna intención nueva para este nuevo año escolar. Si has empezado a liderar equipos recientemente, una de ellas debería ser tener un propósito compartido con los miembros de tu equipo.
Tener un propósito compartido hace que la colaboración sea mucho más fácil, y es el principio para desarrollar un equipo que pueda contribuir a su máximo nivel. Sin este propósito compartido y, por tanto, objetivos compartidos, un equipo no es nada más que un grupo de gente que trabaja junta.
Encontrando el propósito
Todos sabemos la importancia que tiene crear una visión para tu equipo. El lugar en el futuro que nos dice lo que será el éxito para vosotros, el destino de vuestro viaje. Y cuanto más clara sea esa visión, mejor. Lo que hay detrás de la visión, la fuerza que la mueve es el propósito. La razón por la que queréis dirigiros hacia ese lugar.
Algunas veces, muy pocas, se comparte el propósito de forma inmediata; quizás porque la gente se sienta identificada o porque el contexto lo fuerza y no hay demasiado que pensar (por ejemplo, en una crisis), pero eso no es lo normal.
Comunicación
Si de partida el propósito no tiene porqué ser compartido, necesitas introducirlo en tu equipo y que lo asuman como propio. ¿Cómo puedes comunicarlo de forma efectiva?
La gente nunca olvida cómo les haces sentir. Apelar a las emociones es una de las mejores formas de transmitir tu visión, inspirar a tu gente y crear ese propósito compartido.
Por lo tanto, necesitas construir un mensaje que tenga significado; pero no para ti, para ellos. Está claro que todo el mundo tiene un propósito personal, una motivación que les hace encontrar sentido a sus vidas. Si consigues además que el trabajo también cumpla parte de ese propósito, entonces es un gana-gana.
Sabiendo esto, es importante estructurar el mensaje para que contenga diferentes perspectivas y puntos de vista. De esta forma, aumentas tus posibilidades de inspirar a más gente.
Pero lo primero es que los conozcas para poder hacerlo.
Un ejemplo muy bueno y además muy conocido de una comunicación muy efectiva es la famosa anécdota del presidente Kennedy la primera vez que fue a visitar la NASA. Durante su visita, se encontró con un conserje que estaba barriendo un pasillo. El presidente le preguntó que hacía él allí y el hombre contestó: estoy ayudando a poner al hombre en la luna.
Ese conserje entendía perfectamente el propósito de su trabajo y su contribución. Eso es compromiso.
No se lo digas, enséñaselo
Einstein decía que liderar con el ejemplo no es una manera de liderar; es la única manera.
Necesitas ser un modelo para los valores y los comportamientos que quieres que tenga tu gente, incluyendo aquéllos relativos al propósito.
Tus acciones tienen un impacto en la cultura de tu equipo: lo que se valora en vuestro lugar de trabajo. Y no hace falta decir que los valores de tu compañía deben estar alineados con ese propósito y también los tuyos. De otra forma, nunca conseguirás que sea compartido porque no será creíble.
Por último, recuerda que lo que valoras no es lo que dices, es lo que muestras. Por lo tanto, alinear tu estilo de liderazgo con tu propósito y tus valores es fundamental.
Si has llegado hasta aquí y ya tienes propósito, puedes empezar a trabajar en la estrategia para este año escolar nuevo; no antes. Recuerda que la cultura se desayuna a la estrategia si no son coherentes.