En 2019, Daniel Goleman escribió un artículo en HBR sobre que mantener el foco y prestar atención eran dos actividades de suma importancia para un líder. No se trataba solo de apartar las distracciones, sino de entender que hay tres capas de realidad distintas a las que prestar atención (uno mismo, los otros y el mundo), y que cada una nos da información distinta.
La primera, nosotros mismos, nos da información de lo que queremos y cuáles son nuestras prioridades y recursos. También nos permite manejar y controlar nuestro campo emocional. Prestar atención a los demás es necesario si queremos desarrollar nuestra empatía y establecer relaciones. Por último, el mundo nos da información que nos permite encontrar oportunidades y definir una estrategia para conseguir lo que queremos.
La semana pasada, escribí sobre como cuando prestamos más atención a lo que nos rodea podemos encontrar nuevas oportunidades. Pero ¿qué pasa cuando las encontramos?, ¿cómo las podemos aprovechar?
De nuevo, necesitamos cambiar el foco hacia nosotros.
Buenos hábitos
Cuando conseguimos definir nuestro propósito y una estrategia que nos lleve hasta él, nuestra motivación se dispara. Y al principio, nos da fuerza para llevar a cabo lo que hemos planeado. El problema es que la motivación no dura para siempre y llega un momento en el que desaparece. Es más, es posible que perdamos el foco y olvidemos por qué estamos haciendo lo que hacemos.
Por lo tanto, si la motivación por sí sola no es suficiente para lograr lo que queremos, necesitamos un plan B. Y este plan se llama desarrollar los hábitos adecuados.
Un hábito es “un patrón de conducta recurrente y frecuentemente inconsciente que se adquiere mediante repetición”; es algo que hacemos a diario, sin pensarlo demasiado. La clave está en que los hábitos siempre están asociados a un contexto, donde hay algo que los dispara, así que no requieren una intención específica.
¿Cómo podemos hacer que los hábitos sean nuestro plan B? Usando esa motivación del principio para establecer los comportamientos que queremos mantener, y convertir en hábitos. Cuando la motivación se vaya, el hábito tomará el control y nos mantendrá en el buen camino.
Poner a la gente en el centro
Desarrollar un hábito nos puede valer para multitud de cosas, desde llevar una vida más sana a correr una maratón. También nos puede ser muy útil si queremos desarrollar nuestro liderazgo.
Seguro que has oído eso de que los líderes deben poner a la gente en el centro. Tienen que poner foco en el equipo y así llegarán los buenos resultados. Al mismo tiempo, mantener ese equilibrio entre tareas y personas, el corto y el largo plazo, es agotador para cualquiera. Así que la motivación para trabajar en el equipo puede no ser suficiente.
Los líderes también necesitan un plan B: necesitan desarrollar los hábitos adecuados y poner foco en sí mismos para hacerlo.
Tener hábitos que te ayuden en lo que tienes que hacer, merece la pena. Porque hace que liderar sea un poco más fácil.