Evolución

Evolucionar es adaptarse para sobrevivir a largo plazo.

Si además conseguimos hacerlo en menos tiempo que el resto, no solo sobreviviremos sino que nos beneficiaremos de la nueva situación y jugaremos con ventaja. Lo que seamos capaces de hacer con esa ventaja depende de nuestra visión, capacidad y actitud.

Esto es verdad en general pero voy a enmarcarlo en un contexto más específico: el del desarrollo profesional y personal.

¿Por qué? Porque cada vez más gente se pregunta porqué debería meterse en un proceso de desarrollo. Y es que aún cuesta, a veces, percibir el valor que hay detrás de este tipo de cosas. ¿Para qué meterme en ese proceso si no tengo muy claro qué voy a sacar de él?

Hay que ser realistas. Casi nadie se mete en algo que le va a costar trabajo y tiempo (además de dinero) si no está seguro de cuales van a ser los resultados. Porque no podemos permitirnos invertir en algo que no tenga retorno. Ahora bien, ¿cómo tiene que ser ese retorno para que tenga sentido la inversión?

Casi nadie se mete en algo que le va a costar trabajo y tiempo (además de dinero) si no está seguro de cuales van a ser los resultados

Antes de ir ahí, consideremos un momento el tema de la evolución como mecanismo para sobrevivir. Desde mi punto de vista la clave está en ese «largo plazo» que enunciaba al principio. Porque se puede sobrevivir sin evolucionar pero no es sostenible y el problema es que cada vez el esfuerzo que hay que poner en la supervivencia es mayor; hasta que llega un momento en el que se pierde la carrera.

Ese esfuerzo por sobrevivir tiene que ver con nuestra capacidad de anticipar los cambios. Claro, porque si no hubiera cambios no tendríamos que sobrevivir; estamos ya perfectamente adaptados a nuestras circunstancias y, en la mayoría de los casos, con bastante éxito.

Y frente a cambios, buscados o no, ¿qué opciones tenemos? ¿cómo nos enfrentamos a ellos? La primera opción es echar mano de experiencia. La que nos ha traído hasta donde estamos. Porque si hay determinadas estrategias que nos funcionaron en el pasado, ¿por qué no nos van a funcionar ahora? Es lógico y además estamos programados para que esta sea nuestra primera opción. Y a veces, funciona.

¿Qué pasa si no funciona? Cuando las cosas no nos funcionan tenemos dos opciones: reconocer que nos hemos quedado obsoletos y que tenemos que aprender algo nuevo que sí funcione o seguir empeñados en usar estrategias que nos funcionaron antes hasta que funcionen (vamos, negar que no nos funciona e insistir). Es cierto que en el proceso de intentar cosas que no funcionan podemos llegar a la conclusión de que tenemos que cambiar de estrategia. Pero ya habremos perdido un tiempo importante.

El otro día, al hilo de esto, un directivo me decía que no entiende la forma de pensar de los que se incorporan ahora al mercado de trabajo, ni lo que les motiva, ni lo que quieren. Han perdido el respeto, me decía, a las canas. Así que ahora me cuesta el triple conseguir los resultados que necesito. Cuando en vez del triple le cueste 10 veces más, quizás ya no podrá hacerlo.

Este tema del coste, me lleva a la eficiencia y aquí es donde podemos empezar a hablar de retorno.

¿Es eficiente que debido a un cambio de contexto nuestro liderazgo ya no tenga los mismos efectos?

No, casi con seguridad. Ni es eficiente para nosotros personalmente (porque nos desgasta, en el mejor de los casos) ni es eficiente para nuestra organización (porque nuestra productividad y eficiencia van a disminuir notablemente).

El 40% del desarrollo del negocio se ve impactado por el desarrollo del liderazgo

Según un estudio publicado en 2002 por Zenger y Folkman, el 40% del desarrollo del negocio se ve impactado por el desarrollo del liderazgo. Creo que casi 20 años después este porcentaje puede ser incluso mayor porque los cambios en los entornos empresariales son mucho mayores y más rápidos que entonces. Si nos creemos esto, cada vez que nos empieza a costar liderar de forma eficiente impactamos directamente en nuestros resultados.

Además un liderazgo ineficiente tiene efectos personales inmediatos, probablemente, más difíciles de cuantificar. El primero es el desgaste personal. En último término y si no conseguimos remontar la situación, nos puede costar el puesto.

Así que vuelvo a mi pregunta del principio: ¿qué opciones tenemos para enfrentarnos a esto?

Aprender y desarrollar nuevas capacidades y actitudes. De la forma más rápida posible.

De eso va el desarrollo. Profesional y personal.

La buena noticia es que hay mecanismos que nos pueden ayudar a dar el salto hacia lo que necesitamos de forma efectiva. La mala es que es un proceso sin fin. Exactamente igual que la evolución.