El liderazgo es un tema complicado, que inspira miles de libros, artículos y presentaciones. Por lo general, exploramos todos los atributos positivos de lo que comúnmente se considera el buen líder arquetípico. ¿Qué os parece si asomamos también la mirada hacia ese antagonista, que representaría todo lo no deseado para un líder profesional? Recientemente tuve en mis manos un artículo interesante que hablaba sobre las cualidades del antilíder, aunque mejor lo llamaría no-líder.
¿Por qué no es anti-líder, sino no-líder?
El anti-líder es el personaje que hace contrapeso al líder y que es parte de todo viaje del héroe en el camino de su desarrollo. El anti-líder dentro de la organización puede aportar cierto valor, aunque no sea el ortodoxo. Permite cuestionar el status quo y sacar a todos de la zona de confort. Como rol, puede ser positivo que exista esta figura, pero como arquetipo suma todas las cualidades del no-líder y dejaría de ser enriquecedor para el desarrollo de los líderes y las organizaciones. De ese no-líder es de quien pretendo hablar en este artículo. Con este conjunto de cualidades en una sola persona, el resultado es no liderar de facto. Se bloquea la posibilidad de liderar como explicaré más adelante.
En general el artículo previamente mencionado detalla aspectos del comportamiento de este arquetipo, como los que añado a continuación:
- Se siente por encima de los demás
- Se asigna méritos de otros
- Hace aportes irrelevantes
- Abusa del poder
- Odia a quienes le hacen sombra
- Asume distintos personajes
- Se victimiza
Esta figura del no-líder no existe representada en ninguna persona, pero en cierta medida crear un prototipo nos puede ayudar a ver ese conjunto de cualidades no deseadas, que en mayor o menor medida podemos identificar en nosotros y en otras personas de nuestro entorno próximo. Todos podemos tener alguna de esas características de forma inconsciente y percibida internamente como buenas intenciones.
¿Qué podemos aprender de lo que no hay que hacer?
Podemos preguntarnos por qué estudiar lo negativo. Sirve para dar ejemplos contrarios a lo que esperamos. Vale la pena mirar lo negativo, ya que nos saca de la zona de confort. Las buenas lecciones no siempre son agradables, y los líderes que no muestran las cualidades negativas anteriores pueden incluso ganarse el respeto de los más escépticos.
El impacto de acciones propias del no-líder genera más no-líderes. Igual que un buen líder genera líderes, ocurre igualmente a la inversa. Por ejemplo, una persona que tiende a atribuirse los méritos de los demás no reconociendo su trabajo, propicia la competitividad en vez de la cooperación.
La cultura organizacional que desemboca de este tipo de comportamientos está basada en bloquear el talento, la creatividad, el desarrollo, la coordinación, la comunicación… Por eso es fundamental saber identificar esas cualidades que frenan el liderazgo, que impiden el desarrollo de las organizaciones y las personas. Todos podemos tener una parte de no-líder dentro de nosotros por trabajar, y todo comienza por tomar consciencia de ello.
¿Cómo podemos ser conscientes de lo que hacemos? Evaluando el impacto que tenemos en nuestro entorno. Si empezamos a ver conductas así a nuestro alrededor conviene preguntarnos: ¿qué estamos haciendo nosotros para favorecerlas?