Mañana es Navidad. Tal vez Papá Noel venga con alguna sorpresa y te reúnas con alguien a quien quieres.
Me parece un buen momento para contar un cuento.
Este cuento tiene como protagonistas a dos mujeres, que viven en una gran ciudad de un país muy grande. No muy lejos de dónde estas ahora.
Las dos tienen puestos importantes en una empresa muy conocida y se disponen a terminar el trabajo para irse a casa antes de las fiestas. De noche, en la oficina ya no queda casi nadie, pero ellas aún tienen cosas que hacer.
Una de ellas, María, tiene que terminar el plan de operaciones para el próximo año.
¡Qué difícil ha sido este año! – piensa. Hemos reducido la plantilla y los demás han tenido que hacerse cargo del trabajo. Nuestros clientes siguen tan exigentes como siempre y la competencia será peor el año que viene. Nuestra gente está exhausta y no podemos contratar a nadie más.
Piensan que les hemos fallado, pero es que no podíamos hacer otra cosa. Si no hubiéramos reducido personal, ahora no habría empresa… No, no tengo gente suficiente para hacer esto. No podemos.
¿Te lo imaginas? María no sabe qué hacer. Le encantaba su trabajo y ahora mismo no ve ninguna opción. Es como si tuviera una gran nube negra y triste encima de su cabeza. No ve ninguna salida.
Estaba a punto de dejarlo cuando Teresa apareció de repente. Se sorprendió de que hubiera alguien aún en la oficina y se acercó a mirar. Es una mujer muy lista, optimista por naturaleza; y tiene un gran respeto por María. Además, posee un gran superpoder: es capaz de saber con bastante precisión qué sienten los demás.
Así que viendo esa nube tan negra y triste no podía dejar de preguntarse qué le estaría pasando a María.
¿Estás bien? – Le preguntó. Pareces desesperada.
No, la verdad es que no – contestó María. Ya sabes, tenemos un montón de problemas en el negocio. Este año ha sido malísimo; no puedo llevar las operaciones con estos números. No puedo.
Teresa la miró y le sonrió. ¿Crees en la magia? – le preguntó, sentándose tranquilamente.
¿Qué? – dijo María casi gritando. ¿Estás loca? De verdad, no tengo tiempo para tonterías.
No, no estoy loca. Este es probablemente el momento más mágico del año. ¿Crees en la magia? – insistió Teresa.
María estaba cada vez más perpleja pero la sonrisa de Teresa era tan de verdad que se relajó un poquito.
Imagina que puedes resolver esto – continuó Teresa. ¿Cómo sería nuestro año que viene? Cuéntamelo.
Vale, vamos a jugar – dijo. El año que viene seremos más competitivos. Nuestros trabajadores estarán más especializados y la compañía habrá invertido en tecnología. Seremos mejores. Además, cuando nuestra gente vea que invertimos en nuestro futuro, su confianza volverá a crecer. Hay un montón de oportunidades esperándonos. Con estos cambios, las vamos a aprovechar – dijo María sonriendo.
¿Y qué necesitas para ser capaz de aprovechar las oportunidades? – Teresa le devolvió la sonrisa.
Bueno, necesito ayuda. Tengo que poner de mi lado a los trabajadores y también a nuestro director financiero. Probablemente él me compre la idea si consigo convencerle de los resultados del primer trimestre – la gran nube negra y triste estaba dejando paso a un tímido rayo de luz.
¿Y puedes hacer algo antes de Navidad para ponerlo en marcha? – preguntó Teresa.
Bueno, podría mandar una propuesta para que la discutiéramos al volver en enero y mientras trabajar en un plan que la hiciera viable. Necesitamos cambiar, pero tenemos mucha gente que quiere que esto salga adelante. Podemos conseguirlo – dijo. Y María empezó a teclear muy rápido, mirando a la pantalla.
¡Estupendo! – dijo Teresa levantándose – Feliz Navidad, María. Y salió del despacho.
Al rato, María se dio cuenta de que Teresa se había ido. Iba a necesitar buscarla para darle las gracias. Después de todo, este año había tenido su propio Papá Noel, en la forma de una mujer que la había ayudado a mirar la oportunidad dentro del problema. ¡Vaya regalo!
Después de todo, la magia sí que existe. Y esta dentro de todos y cada uno de nosotros.