Tony Nadal, el que fue entrenador de Rafa Nadal durante mucho tiempo, ha dicho en muchas ocasiones: una excusa nunca ha ganado un partido. No importa la cantidad de trabajo que hayamos hecho ni lo que nos hayamos esforzado, cualquier cosa puede ponerse difícil y hacer que no seamos capaces de rendir a nuestro máximo nivel. Y entonces, ¿qué pasa?
Poco a poco nos vemos atrapados en un círculo vicioso. Cuanto más fallo, peor me siento. Cuanto peor me siento, menos puedo concentrarme en lo que estoy haciendo. Cuanto menos me concentro, más fallo.
A estas alturas, las horas que nos hemos pasado trabajando y desarrollando nuestras capacidades no importan. El rendimiento y los resultados son muy pobres.
¿Qué necesitamos para poder afrontar situaciones como estas?
Esto que decía Tony Nadal me hace pensar en cómo se prepara la gente para afrontar las situaciones difíciles.
Nos han enseñado que trabajar duro es la respuesta para saber qué hacer en situaciones complicadas. Y este trabajar duro es saber más, aprender a solucionar problemas o pensar fuera de la caja. En resumen, mejorar nuestras capacidades y dedicarle suficiente tiempo para tener mucha experiencia. Seguro que has oído hablar de la teoría de las 10.000 horas de práctica para, realmente, saber de algo.
¿Es suficiente? ¿Qué pasa si después de pasarnos practicando esas 10.000 horas nos vemos en un círculo vicioso como el que te describía antes?
Los efectos de ese círculo vicioso en la confianza en nuestras capacidades son evidentes: si la duda persiste sentimos que no somos capaces de conseguir lo que necesitamos. No podremos con la incertidumbre y terminaremos preocupándonos por cosas que no podemos controlar, no importa cuánta experiencia tengamos, o como seamos de buenos o lo bien que nos hayamos preparado.
¿Qué podemos hacer?
Tenemos que trabajar en hacer que nuestra cabeza sea capaz de no dejarse atrapar en ese círculo vicioso, además de trabajar en mejorar nuestras capacidades.
Te hago una pregunta antes de seguir: ¿a quién echas la culpa cuando las cosas no van como habías planeado? ¿Te sientes responsable o culpas a la situación, a los otros, al mundo en general?
En otras palabras: ¿dónde está el centro de poder sobre tu vida?
Si pensamos que una fuerza externa a nosotros está controlando lo que pasa, perdemos iniciativa, motivación para conseguir nuestros objetivos y la ansiedad se dispara. Todo esto hace que el cerebro entre en pánico. Y como resultado de este miedo, perdemos todas las capacidades que nos ha constado tanto esfuerzo desarrollar.
Para evitar esto, necesitamos concentrarnos en qué es lo que de verdad podemos hacer aquí y ahora.
Si nos concentramos en lo que podemos hacer teniendo en cuenta nuestras capacidades, poniéndonos a nosotros mismos en el centro del control y tomando la responsabilidad sobre el resultado, estamos en una posición mucho mejor para rendir a nuestro máximo nivel. Incluso cuando las cosas se pongan feas.
Seguir concentrados en el presente, es una cuestión de disciplina y control mental para poder evaluar los hechos objetivamente y tomar la mejor decisión en cada caso.
Como Stephen Covey dice en su libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”, nos debemos concentrar en nuestro círculo de influencia: el lugar donde están las cosas bajo nuestro control. Cuando lo conseguimos, nuestro círculo de influencia se hace más grande y nuestro miedo se reduce.
Mi contribución a esto es la siguiente: para ser capaces de concentrarnos en nuestro círculo de influencia, tenemos que trabajar en desarrollo nuestra confianza en nosotros mismos, incluso en la peor de las situaciones. No solo se trata de pasarnos 10.000 horas practicando algo. Necesitamos fortalecer también nuestra cabeza para que podamos seguir concentrados en lo que podemos hacer y conseguir que esas 10.000 horas nos valgan para algo siempre que lo necesitamos.