Los líderes lidian con la incertidumbre. Para hacerlo, deben imaginarse un futuro al que se quiere aspirar; uno entre todas las posibilidades. Una suerte de destino que depende fundamentalmente del propósito de la organización. La visión, ese destino, y el propósito, el para qué, están presentes en todas las organizaciones. Pero a menos que las acciones sigan a las palabras, no será un propósito real. Será, simplemente, una frase escrita en algún informe. Y habrá problemas.
A veces, es solo una pose
De vez en cuando pasa que el propósito no está alineado con la realidad de la empresa, y se convierte en un disfraz que tapa lo que realmente es importante para la organización.
Enron, una compañía de energía americana que desapareció en 2001, tenía estas cuatro palabras escritas en la entrada de sus oficinas centrales de Wall Street: comunicación, respeto, integridad y excelencia.
Se suponía que estos eran los valores centrales de la compañía. Al menos, eso decían. La realidad demostró que estos valores no valían nada. El propósito real estaba bastante lejos de lo que esas palabras representaban.
Los objetivos a largo plazo y la realidad del negocio deben estar alineados con el propósito de la compañía. De otra forma, solo será una máscara. Y las máscaras se acaban cayendo.
Compromiso
Las políticas ESG (medio ambiente, social y de gobierno, por sus siglas en inglés) están de moda. Todas las empresas grandes y medianas deben poner en marcha este tipo de acciones para que los mercados, los clientes, y los accionistas consideren que están haciendo las cosas bien. Pero, algunas veces, estas medidas no tienen un compromiso real detrás: acciones concretas que demuestren que están en marcha.
Las acciones determinan qué es lo que se percibe como propósito, por encima de las palabras. Lo que perciben los clientes, los accionistas, y los empleados.
El compromiso del líder con el propósito es esencial. Su comportamiento es la mejor manera de mostrar cuál es la cara de la compañía y determina la cultura organizativa en mucha medida.
Equilibrio
Comprometerse con el propósito es complicado, a veces, debido al corto plazo. Todas las compañías tienen accionistas que esperan sus beneficios, en el aquí y el ahora. Así que los líderes son responsables de hacer convivir las dos perspectivas: generar beneficios hoy mientras cuidan de desarrollar esa visión para el mañana. Debido a esta tensión, la tentación de sacrificar el futuro por el beneficio del presente puede ser muy grande.
¿Cómo lograr ese equilibrio sin erosionar la confianza de los empleados, clientes, y accionistas de la compañía? Con transparencia, honestidad e integridad.
Toda decisión tiene sus consecuencias. Pretender vender lo contrario solo consigue desgastar esa confianza. Ahora, más que antes, los líderes necesitan explicar lo que hacen honesta y transparentemente.
Tal vez, la visión puede cambiar dependiendo del contexto, pero el propósito y los valores deberían ayudar a guiar lo que se hace.