La verdad siempre es más sencilla de lo que pensaste. O al menos eso es lo que dijo Richard Feynman. Para ser sincera, tiendo a estar de acuerdo con esa afirmación, a pesar de estar rodeada de acontecimientos que me ponen difícil poner el foco en lo esencial. A veces, me es complicado separar el grano de la paja, saber lo que de verdad tiene valor y afinar mis opiniones.
No creo que esté sola. El cerebro humano tiende a dispersarse y quedarse atrapado en los detalles más pequeños, sin entender el panorama general; perdiendo la pista de lo que pasa de verdad. Para los líderes, esto puede ser especialmente problemático.
La navaja de Occam
Seguro que sabes a qué me refiero con la navaja de Occam. La teoría dice que si hay dos explicaciones posibles para algo que esté sucediendo, la más sencilla es la que tiene más probabilidades de ser la correcta. En otras palabras, la mejor explicación es la que acarrea menos supuestos.
Esta manera de afrontar la búsqueda de explicaciones puede ser bastante interesante para los líderes, porque necesitan un cierto nivel de entendimiento de lo que pasa antes de tomar decisiones. No me interpretes mal. No estoy cuestionando la complejidad de ciertos entornos. Muchas veces, necesitamos tiempo para explorar otras soluciones más complejas y convincentes.
Pero otras veces, no tenemos tiempo. Y lograr un entendimiento completo y sin errores de lo que pasa es difícil si no imposible. En esos momentos, necesitamos imaginarnos cual es la explicación más probable para seguir adelante; quedarnos con lo esencial.
Si necesitamos tomar una decisión en un entorno muy complejo, lo mejor que podemos hacer es probar algo que pensemos que va a funcionar y ver qué pasa. Hacer algo, aunque no sepamos explicar bien las causas y efectos de lo que estamos viendo, es en general mejor que no hacer nada.
Simplificar
La complejidad que estamos viviendo hace que los líderes, los empleados y los negocios tengan problemas. Y hay más complejidades ahora que nunca.
Por eso hay que simplificar. Y eso no es posible sin estas tres cualidades: valor, pragmatismo y pensamiento crítico. Valor para cuestionar el status quo y enfocarse en lo más valioso, eliminando las tareas que no aportan ningún valor añadido. Pragmatismo para saber cuando ser bueno es suficiente y cuando ser perfecto es indispensable. Y pensamiento crítico para poder hacer las preguntas necesarias en el momento preciso.
Que la simplicidad sea el principio que te guíe implica elegir uno de estos caminos: empezar con algo complicado e intentar hacerlo más sencillo, o rehacerlo todo desde cero añadiendo solo aquello que sea indispensable. El segundo probablemente te lleve a descubrir eso que necesitas sí o sí, eliminando todo lo accesorio. Pero de nuevo, el contexto definirá cuál de las dos es la mejor estrategia para lograrlo.
De cualquier forma, simplificar es más una manera de afrontar los problemas que un proceso que se pueda implementar. Pero trae beneficios. Si hay una cosa que tienen en común los líderes con más éxito es que consistentemente le ponen foco en lo esencial.