Emotional intelligence makes the difference / La inteligencia emocional marca la diferencia

 La inteligencia emocional marca la diferencia

Hay muchos ejemplos de personas con un alto coeficiente intelectual (CI) que tienen un éxito increíble en su trabajo. Es más, para mucha gente, CI equivale a valía; pero a pesar de esta percepción popular, puede que el CI no sea la capacidad que diferencia a las estrellas del común de los mortales. Es la inteligencia emocional la que marca la diferencia.

Hace unos años, uno de mis alumnos participó en un durísimo proceso de selección para una empresa en Europa. Era un ingeniero brillante que hablaba cuatro idiomas y que superó las tres primeras rondas. De 5.000 candidatos, solo quedaron 50. Él era uno de ellos.

La cuarta ronda consistía en trabajar en grupo. Les daban un problema complejo y poco tiempo para resolverlo, para que demostraran su capacidad de trabajar en equipo. Fracasó. Era uno de los mejores trabajando solo. Cuando trabajaba con gente, perdía los papeles.

Autorregulación

A menudo tenemos que resolver muchos problemas cuando trabajamos. Esto afecta a nuestra capacidad para autorregular nuestras emociones, lo que se traduce en menos rendimiento y eficacia. Además, cuanto más compleja es la tarea, más necesitamos cooperar con nuestros compañeros y trabajar juntos para alcanzar nuestros objetivos. La falta de autorregulación emocional también afecta a nuestra capacidad para trabajar con los demás.

El estrés es el resultado de un desajuste entre la percepción que una persona tiene de su capacidad y su capacidad real para hacer frente a la situación, lo que inicialmente provoca cambios en su comportamiento habitual y, posteriormente, desmotivación y desvinculación.

El impacto del estrés depende en primer lugar de nuestra capacidad para comprender, gestionar y regular nuestras emociones, aunque, es cierto que, bajo un estrés prolongado, lo más probable es que desarrollemos diversas enfermedades, físicas y psicológicas.

En cualquier caso, una buena autorregulación viene acompañada de una elevada inteligencia emocional. Cuando podemos comprender y regular nuestras emociones, evitando reaccionar cuando se nos provoca, nuestros niveles de estrés se reducen.

Relaciones con propósito

Tendemos a evaluar las capacidades de los demás en comparación con las nuestras.

La percepción de nuestra propia eficacia y la confianza que tengamos en nosotros mismos son a veces el filtro a través del cual valoramos el nivel de los demás. ¡Cuántas veces, cuando trabajamos en grupo, no reconocemos el valor de alguien cuyas capacidades son diferentes a las nuestras! Esto solo provoca desprecio y frustración por ambas partes.

La inteligencia emocional también está detrás de nuestra capacidad para llevarnos bien con la gente, porque determina la forma en que creamos confianza y, por tanto, relaciones.  Hay muchos estudios en este ámbito. Uno muy interesante afirma que las personas con mayor inteligencia emocional son más eficaces a la hora de gestionar los cambios emocionales en el lugar de trabajo, mejorando las relaciones y reduciendo sentimientos negativos como la ira o la angustia. La inteligencia emocional también es responsable de crear vínculos fuertes en el trabajo, mejorando la confianza en los demás.

La colaboración nos ayuda a hacer frente al estrés y nos permite alcanzar objetivos más complejos. Como resultado, estaremos más satisfechos y comprometidos.

En definitiva, dado un cierto nivel de CI, es la inteligencia emocional la que marca la diferencia, ya que mejora nuestra relación con nosotros mismos y con los demás.

Foto de Christina @ wocintechchat.com en Unsplash