¿Cuántas veces escuchamos para responder en lugar de escuchar para entender?
La verdad es que cuando hablamos ya nos sabemos lo que vamos a decir. Esto significa, entre otras cosas, que es no vamos a aprender nada nuevo si solo nos escuchamos a nosotros mismos. Escuchar solo para responder es una cuestión de ego. Lo grave, es que nos impide hacer dos cosas que nos vendrían bien no solo para gestionar gente, sino para gestionarnos a nosotros mismos.
La primera es que tenemos mucha menos información sobre lo que lleva a los demás a pensar como piensan. La segunda es que sin esa información no podemos mejorar nuestros propios argumentos. Por muy buena que sea una idea, siempre puede mejorarse.
Nadie lo sabe todo
Es sencillamente imposible que alguien lo sepa todo, todo el tiempo, incluso si consideramos un solo campo. Con todo, me refiero no sólo a los conocimientos técnicos específicos, sino también a los matices que tiene el contexto, las personas involucradas y las implicaciones.
Los entornos de trabajo, y la vida en general, son sistemas complejos con problemas que probablemente no tengan soluciones definitivas. En la mayoría de los casos, solo podemos aspirar a encontrar soluciones que sean suficientemente buenas para lo que ocurre en ese momento.
Comprender esto es la clave para pasar del modo «yo lo sé todo» al modo «yo quiero aprender más» y, por tanto, la clave para desarrollar nuestra capacidad de escucha activa.
Escuchar y preguntar
¿Cómo evitar caer en la necesidad de escuchar para contestar?
Cuando tenemos mucho que hacer, es difícil encontrar tiempo para pararnos a escuchar. A menos que entendamos que puede merecer la pena. Con presión, hacemos una comprobación rápida de que nuestras ideas se sostienen, no vayamos a cometer algún error irreparable, pero no solemos invertir realmente en mejorar nuestra forma de pensar. Y es cierto que no todo requiere ese esfuerzo.
Pero para cuando es necesario, tenemos dos poderosas herramientas a nuestra disposición.
La primera es nuestra curiosidad. ¿Recuerdas cuando eras niño y pasabas horas explorando algo que te gustaba? La curiosidad pone nuestra mente en el lugar adecuado para hacer preguntas. Una de las mejores formas de aprender es cuestionar el pensamiento de los demás y dejar que cuestionen el nuestro haciendo preguntas. Este es el camino más fácil para escuchar para comprender.
Es muy difícil hacer preguntas relevantes si no estamos escuchando, así que necesitamos toda la atención y escuchar activamente para poder hacerlas, lo que nos impide caer en la trampa del ego. Además, preguntar con el objetivo de comprender ayuda a los demás a explicar mejor cuál es su perspectiva.
Más escuchar y menos hablar
Escuchar para entender es especialmente importante si diriges personas. Si es así, probablemente la tuya sea la HIPPO (opinión de la persona mejor pagada, por sus siglas en inglés) cuando estás con tu equipo.
El efecto de dar tu opinión primero es bien conocido. El grupo a menudo se aferrará al juicio del HIPPO porque tiene más poder o experiencia. Opinar otra cosa en esas circunstancias puede ser muy difícil.
Para evitarlo, los líderes deben escuchar más y mejor, hacer preguntas con la intención de comprender y proporcionar la información que el equipo desconoce para mejorar el pensamiento colectivo. Independientemente de lo que nos diga nuestro ego, el liderazgo consiste en crear las condiciones para que todos contribuyan al equipo a su máximo nivel.
Para ello es necesario escuchar para entender.
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