Si los ganadores de una competición son recompensados sistemáticamente con los medios para volver a ganar, acabarán llevándoselo todo, mientras que los perdedores serán eliminados. Ya lo decía ABBA. El éxito genera éxito, pero entender este concepto de “el éxito de los ganadores” ayuda a entender la dinámica de los sistemas en los negocios, los deportes y el desarrollo personal.
Momentum, tolerancia al riesgo y recursos
Las personas u organizaciones de éxito suelen tener las circunstancias a su favor. Se han construido una historia de éxito que les suele meter en un círculo virtuoso de motivación, confianza y apoyo de los demás. Desde esta posición, es más fácil la búsqueda de nuevos retos y que lleguen nuevos éxitos.
También tienen una mayor tolerancia al riesgo porque cuentan con una red de seguridad de éxitos pasados. Esta voluntad de asumir riesgos calculados conduce casi siempre a nuevas oportunidades y a un éxito potencialmente mayor. No hay miedo a jugar para ganar.
Lo mismo ocurre con los recursos. Ganar suele significar tener acceso a recursos adicionales: dinero, profesionales o influencia. Y otra vez, estos recursos pueden utilizarse para buscar nuevas oportunidades.
Desde muchos puntos de vista, y aunque los éxitos futuros no estén garantizados, hay motivos para pensar que los que han triunfado volverán a triunfar.
Pero, ¿cuál es el impacto en el sistema? ¿Hay que tener en cuenta las consecuencias?
Impacto en el sistema
En el ámbito empresarial o deportivo, se me ocurren diferentes escenarios para comprender el impacto del éxito de los ganadores, dependiendo de qué jugadores o comportamientos no ganadores desaparezcan.
Consideremos un escenario de negocios con una dinámica que permite a las empresas aumentar la eficacia y la productividad. Las prácticas menos productivas se eliminan si su rendimiento no es el estándar o superior. Las cosas que ya no producen los resultados deseados desaparecen, lo que hace que el proceso sea mejor para todos los implicados. Esto ocurría en las cadenas de fabricación y otros procesos industriales. Se elimina lo que no aporta y el sistema funciona mejor.
Por el contrario, consideremos un escenario en el que los mejores equipos de fútbol dominan sistemáticamente la competición año tras año. Estos equipos se aseguran los mejores jugadores, entrenadores y recursos financieros, lo que hace que aparezcan consecuencias que dinamitan el sistema, como el desequilibrio competitivo, la disparidad financiera, el estancamiento y menos reputación para la competición.
Si este proceso continúa, podría ser el final, a menos que se implementen algunos mecanismos para promover el equilibrio competitivo. Que es lo que suelen hacer.
Esto también aplica a personas y a organizaciones. Eliminar los comportamientos no ganadores, los que no se recompensan, contribuye a un cambio cultural dentro del sistema. Envía el mensaje de que el sistema está comprometido en una dirección.
Dada la complejidad, cualquier cambio requiere un enfoque con muchos matices. No todos los comportamientos no ganadores son malos para el sistema. De hecho, algunos de ellos pueden traer los beneficios que estamos buscando. Una organización que quiera cambiar su cultura o un individuo que quiera desarrollar una habilidad concreta necesita fomentar estos comportamientos no ganadores. El cambio consiste en convertir en éxito lo que no lo es.
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