We should say no more often

Deberíamos decir no más a menudo

Decir no es un arte. Al menos eso es lo que he oído millones de veces. Yo creo que más que un arte es una cuestión de valor. Porque, ¿cuántas veces decimos que sí cuando en realidad queremos decir que no? Muchas. Y si además nos presionan, más. A pesar de eso, deberíamos decir no más a menudo.

Si no es un sí claro, debería ser un no.

Cuando decimos que no a algo, en realidad, estamos eligiendo otra cosa. Si elegimos bien, será algo que para nosotros tenga más valor o que necesitemos o queramos más. Dado que nuestro tiempo y nuestra energía son limitados, es importante que elijamos. Porque si no, de todas formas, algo o alguien elegirá por nosotros.

¿Cómo y por qué elegimos?

Para ser capaces de elegir, necesitamos tener clara nuestra prioridad. Como dice Greg McKeown (en inglés) la palabra prioridad fue singular al comienzo significando “la primera y más importante de las cosas”. La hicimos plural hace menos de un siglo y perdió su significado original.

La pregunta es: ¿podemos establecer cuál es nuestra prioridad? Pues puede resultar bastante complicado porque nos hemos vuelto adictos a la multitarea. Y la verdad es que ya está demostrado que la multitarea no ayuda en casi nada: ni en alcanzar nuestros resultados, ni en alcanzar objetivos.

Volviendo al tema, vamos a suponer que tenemos clara nuestra prioridad. Si esto es así, cualquier cosa que nos acerque a ella debería ser un sí. Y al contrario también: si algo nos aleja de ella será un no.

En el proceso de encontrar nuestra prioridad (en inglés), también deberíamos decidir el cómo. Esto es importante si para nosotros es cierto lo de que el fin no justifica los medios. Si esto es verdad, y de acuerdo con tus valores, deberás también decidir qué cosas importan, cuál es el camino correcto, los comportamientos adecuados y también con qué tipo de gente vas a colaborar y cómo.

Todas estas cosas son las que determinan dónde están tus síes y dónde tus noes. No es sólo aquello que nos acerque a nuestra prioridad sino también que nos acerque de la manera adecuada.

He empezado este post diciendo que decir no era más un acto de valentía que un arte. Y creo que es así porque por muy claro que lo tengamos, la realidad viene a veces a explicarnos que no todo depende de nosotros porque no vivimos solos en el mundo.

Todos estamos metidos en un contexto determinado.

Y para entender porqué a veces no somos capaces de decir que no, el contexto es clave. En ese contexto, muchas veces nos vemos presionados por las prioridades de otros que chocan con lo que nosotros queremos.

Y entonces, ¿qué pasa?

Pues pasa que decir que no se convierte en un acto de valentía y a veces es imposible.

El miedo a ser rechazados o a sufrir alguna consecuencia por decir que no nos empieza a sobrevolar y lo hace todo más difícil.

La pregunta (en inglés), con un poco de trampa, es cómo puedo reunir la suficiente valentía para decir que no cuando me presionan.

Es verdad que hay veces que decir que no es imposible por la razón que sea. Pero son las menos. La mayoría de las veces somos nosotros los que nos lo ponemos difícil: nuestros sesgos, nuestro juego de valores o nuestras creencias juegan en nuestra contra.

Si creemos que diciendo no estamos rechazando a la persona y no la petición, será más difícil. Si creemos que no le podemos decir que no a nuestro jefe solo porque es nuestro jefe, decir que no se convierte en todo un reto.

Seguro que podemos enumerar una lista larga de situaciones en las que lo que creemos trabaja en contra de lo que realmente queremos hacer.

Por lo tanto, en muchos casos tenemos que trabajar en descubrir si hay alguna creencia limitante o algún sesgo que pensemos que es cierto pero que en realidad no lo sea. Y encontrar la forma de superarlos.

El resultado merece la pena. Si podemos poner a nuestros valores y creencias a trabajar para nosotros, seremos capaces de decir que no mucho más a menudo a cosas que realmente no nos interesan. Y hacer sitio para las que sí queremos de verdad.